LA DISTANCIA ENTRE LAS COSAS II
Reflexiones en torno al proyecto escénico Interpersonal
La distancia nos permite objetivar, mirar las cosas y escindirlas de nuestro cuerpo. Ver su entidad con la objetividad suficiente para no bizquear ni trucar la mirada. Ver en la distancia, permite la mirada científica sobre las cosas. Evaluar el perímetro, peso, oficio y especie. Y que aparezcan las palabras, poner nombre a las cosas las separa de mí, les da una entidad diferente, otorgándoles plena existencia.
Por ejemplo, un hijo es un hijo, pero no es tu hijo. Tu hijo tiene un
nombre y por tanto una vida libre y autónoma desde el segundo en que logra
decir su nombre propio. En ese segundo, ya camina el mundo por sí solo, su
mundo.
La distancia también evita la emoción de masas, eso que
querían los postmo y Brecht contra lo lacrimógeno y fácilmente manipulable. La emoción que distorsiona el entendimiento y mueve a la masa en flamas de pasión.
La política publicitaria. Y esa irracionalidad de las pasiones tan afín e
impostada a lo femenino por siglos: a las brujas, a la suciedad de las mujeres
que menstrúan, a los cambios hormonales y a las mujeres voluptuosas que
provocan la excitación de los hombres en la pintura clásica. Pintores que las inmortalizan durante
horas, desnudas por la eternidad en un marco de pan de oro.
Pero la pasión no sólo es inflamación de los sentidos irracionales.
No somos binarios, pasión y razón se conectan. La distancia permite otro punto
de vista sobre las cosas, y es más fácil jerarquizar y
escindir, porque cuando el tacto se establece la sensación prevalece,
las pieles se confunden y las esferas se comparten. Si me atrevo a establecer
contacto contigo, no puedo condenarte ni articularme tan separadamente de ti.
Porque la sensación ya no es sólo mi sensación, hay un universo común en torno
a la piel. Muy de cerca, la respiración se comparte, y la conmoción también. Siento
tu dolor, límite o alegría a través del contacto. Mi piel te mide y comparte,
pero es ella quien evalúa y dictamina sensación a través, no la mirada. La
mirada es el sentido prevalente en sociedad racional. El hombre ilustrado sobrevuela
las cosas con su mirada periférica y fija la mirada sobre sus superficies, para
conocer, fotografiar, filmar y capturar, analizando todo lo humano, queriendo
reducir lo indeterminado. Atando corto el azar para volverlo previsible.
Pero el tacto es más
abstracto, somos dos en otro plano sin más connotación. Muy de cerca, dos bocas
son beso, dos manos acuerdo, dos índices auto referencia y danza mínima de
Paxton. De cerca, no puedes deshacerte del otro. Por eso, en las sociedades de
control como denunciaba Foucault, las histéricas, prostitutas, los gays, los
delincuentes, los insurgentes, todo lo distinto, era encerrado en el panóptico.
Por eso, los sin papeles son encerrados en los cies, y los locos en el
manicomio. Y por eso, las clases sociales difícilmente se entremezclan, y se
establecen separaciones por raza, orientación sexual, canibalismo o
vegetarianismo. Necesitamos de la cercanía del clan para autoafirmar nuestra
identidad y sentirnos seguros sin mezclar demasiado las cosas. Tener cerca a
los que son como nosotros. Lo diferente es expulsado de la polis. Hoy, lo
convertimos en extranjero dentro de la propia ciudad.
La pasión, es eso que tanto tiene que ver con la conmoción y
la empatía, eso que se produce en el teatro. Las experiencias vividas a través
de la ficción detonan realidades imposibles y me aproximan a lo que es extraño
y ajeno a mí, a eso que no toleraría fuera del espacio ficticio y seguro del
teatro. La pasión me hace vulnerable y cercano a los otros. La ficción me
toca. Y por eso siento. No puedo evitar el viaje, narrado linealmente o no.
Viajo. La razón comprende gracias a la catarsis aristotélica, que rompe mi
confort y me moviliza a la acción, a través de la sensación y el sentimiento. Comprendo,
entiendo, desde mis sentidos, desde la ruptura de mi universo conocido, dejo
que entre en mi lo extraño, lo extranjero. Me dispongo, vulnerable, disponible.
Por eso lo teatros están a oscuras, se requiere del silencio y de la intimidad,
de que se apague nuestra mirada televisiva, para que emerja otra luz, y seamos
capaces de ver, sentir y reconocer lo diferente, y de ver, sentir y ser
diferentes. Reconocer eso que difiere de mí y me fuerza a cuestionarme e
interrogar la realidad que doy por hecho.
Ahora, en tiempos enmascarados, si la cercanía no es posible,
Viajemos hacia dentro.
Más allá del tacto, hay memorias.
Un entramado de
latido,
células
y articulaciones,
que provienen de una
primera explosión del universo,
de fragmentos de vida absolutamente diferentes
de mi rostro conocido,
como si estuviéramos hechos de polvo de estrellas.
Acercarnos a esos millones de años de evolución
escuchando
al tacto
tocar,
a ojos cerrados,
como juegan
las distancias
y las cosas.
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